Neuroeducación: enseñar en el siglo XXI
Parte I (de III)



Este escrito se propone presentar algunos de los aspectos más relevantes para comprender y orientar el proceso de aprendizaje del cerebro humano. Para ello, se analiza el proceso de aprendizaje y se evidencian los aspectos que la neuroeducación ha puesto de relieve en tal proceso. El escrito sugiere poner en primer plano a la neuroeducación para fundamentar de manera más efectiva la práctica docente.

Brevemente señalo que la neuroeducación es un campo de estudio que ha permitido conocer cómo aprende el cerebro humano. Para esto, se ha valido de la pedagogía, la psicología y la neurociencia, esto es: del estudio sistemático tanto de la metodología como de las técnicas que orientan la práctica docente; del conocimiento de los procesos mentales y las conductas; y, del conocimiento de la estructura y funcionamiento del Sistema Nervioso y del cerebro, respectivamente.

La neuroeducación pone de manifiesto la necesidad que tiene el docente de conocer los mecanismos y unidades atencionales, los tipos de atención, la memoria, sus tipos, componentes y forma de fortalecimiento y el papel fundamental de los instintos y de las emociones. Esto podría sintetizarse diciendo que el docente necesita saber cómo aprende el cerebro humano y, por tanto, cómo hay que enseñarle. Pero, además, requiere de una capa sociológica y antropológica, por delgada que sea, para comprender en su totalidad el proceso de aprendizaje integrando el contexto familiar, social y personal de los estudiantes.

Si el docente perfila su práctica desde la neuroeducación, logrará encaminar al estudiante hacia un efectivo aprendizaje, en la medida que encienda potentemente sus capacidades cognitivas superiores: analizar, evaluar, comprender, inferir, proponer. Encendidas estas capacidades el estudiante obtendrá autodeterminación y monitorización de sus conductas frente al proceso de aprendizaje. Es un gran reto lograr que los estudiantes adquieran autorregulación emocional, motora y cognitiva. La neuroeducación ha aparecido en el concierto educativo, justamente, para aclarar, fundamentar y orientar a docentes y estudiantes en semejante reto.

Desde la neurociencia se afirma que el proceso de aprendizaje es un modo más con el que cuenta el cerebro humano para cumplir su función. ¿Pensar, razonar, encontrar la verdad, ordenar ideas, generar pensamientos, dar órdenes, controlar? Ninguna de las anteriores.
El cerebro humano opta poco por pensar, excepto cuando en lugar de ser su fin se constituye en un medio, precisamente, para su función principal: sobrevivir. ¿Cómo puede ser cierto esto? Pascal solía decir que el corazón tiene razones que la razón no entiende.

Tengamos presente que a lo largo de toda la evolución del cerebro humano, desde su partida del cerebro reptiliano, su paso por el mamífero o emocional hasta devenir en el propiamente humano, el cerebro ha sobrevivido gracias a la escasez y no a la abundancia; gracias a la necesidad y no a la jactancia. Pensar no representaba justamente una necesidad, tal vez menos ahora que dificulta formas dignas de vida, pero sí lo era enfrentar y vencer a ciertos animales que representaban riesgo a la existencia o beneficio a esta en tanto alimento.

Garantizar la vida ante un animal feroz o un clima violento exigía conocer y controlar el mundo exterior. Para ser más preciso sostengo que esto no ha cambiado en nada, excepto en el animal feroz que se tiene en frente, pues unas veces muta en economía, otras en política y por lo general en fútil ego academicista.

Retomando, digo que el mundo exterior se conoce por medio del uso de los sentidos, mientras que, por su parte, es controlado por medio de las conductas. De esta manera, el cerebro se constituye en un órgano especializado en procesar información, en economizar energía y en lograr reducir las limitadas unidades atencionales con que cuenta. Lo referido a la atención será abordado más adelante, cuando se presenten los dos ejes del aprendizaje. Por el momento, advertiré sobre algunas ideas falsas que hasta hace poco se tenían por verdades indubitables.

Sin desconocer que posiblemente las ideas falsas, o por lo menos algunas de ellas, aún cuenten con defensores, los aportes de la neurociencia han logrado que cada vez sean menos. Estas verdades han pasado al plano del mito.

Neuromitos
En torno al cerebro se han tenido ciertas ideas erradas tomadas por ciertas, reconociendo a favor de sus defensores la falta de pruebas para desvirtuar sus afirmaciones en el momento de adoptarlas. Pero en la actualidad, y a pesar del poco tiempo de las demostraciones que se han venido aportando, se cuenta con valiosa información para demostrar que efectivamente las supuestas verdades no son más que neuromitos.

El primero que presento se refiere a que el cerebro humano no se desarrolla después de los 21 años de edad biológica de la persona. Está encadenado el resto de su vida a lo que logró durante esos primeros 21 años de vida. Sin embargo, eso de que “loro viejo no aprende a hablar”, “cerebro viejo no genera nuevas redes hebbianas”, ha quedado demostrado que no aplica para el cerebro. Todo cerebro humano en cualquier momento de su vida puede ser estimulado y transformado gracias a la neuroplasticidad con que cuenta.

Un segundo neuromito solía difundir que las neuronas mueren y no se regeneran. Se estima que cada neurona, de las 100.000.000.000 que poseemos, puede generar 10.000 conexiones con cada una de las restantes. El cerebro humano puede generar y fortalecer redes hebbianas positivas alrededor de toda su vida, solo necesita ser ingresado a un gimnasio mental y considerar los cuidados que ello amerita.

Con el tercer neuromito se asumía cierta la especialización hemisférica. Si bien es cierto que el hemisferio izquierdo tiene mayor compromiso con el lenguaje y el derecho con la creatividad, no por ello trabajan aisladamente. El cerebro funciona como un todo, de manera integral. Múltiples zonas participan del lenguaje, la creatividad, etc. Mitos como este nos han inducido a un error como docentes: asumir que hay niños que aprenden exclusivamente de manera emocional, o con su cuerpo o por medio de la visualización, mientras otros por medios auditivos. Esto fragmenta el proceso de aprendizaje, el cual es, desde luego, integral.

En cuanto al último neuromito, se ha demostrado que el proceso de aprendizaje da resultados efectivos cuando se asume de manera integral, es decir, cuando se logra la Unidad Cuerpo Cerebro Mente (UCCM). En términos más precisos, esta unidad se conoce como Unidad Menor. Por su parte, cuando a la misma se le integra el componente del Contexto, entonces hablamos de Unidad Mayor.

Proceso de Aprendizaje (parte II)

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